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El proyecto Imaginarte:cuentos para niños valientes surge de la inquietud de Idea Morada A.C., la Asociación Mexicana de Ayuda a Niños con Cáncer (AMANC) Veracruz y en Instituto Veracruzano de la Cultura a través de del Programa de Alas y Raíces Veracruz, por elaborar talleres de desarrollo creativo que sirvan como herramienta para ofrecer a niños que viven una situación de cáncer y de hospitalización permanente o esporádica en el área de oncología del Hospital Regional del Puerto de Veracruz, la posibilidad de desarrollar habilidades de escritura, narración y artes plásticas.
Imagen del mes

Entrevista Alma

entrevista Diana Karina

Entrevista a Kenya

Diana y Kenya haciendo un cuento

Cuento del mes

CRIS TIENE HAMBRE

Cuando las brujas hacen sus conjuros, dicen

¡ patas de renacuajo! Y las tiran a la gran olla negra que siempre tienen al fuego

¡ojos de araña! Y los echan y asi….

Imagínense que pareciera que así hicieron a Cris, él era un extraño pero colorido animal marino: una cabeza de perrito de color morado, su cuerpo era como el de un conejito amarillo, tenia cola de lagartija y patas de pato.

Cris vivía en el mar, pero, como las tortugas, también podía vivir fuera del agua.

Comía peces y andaba siempre bromeando con los pelícanos y los cangrejos, un día, cuando Cris buscó su pez para desayunar…se dio cuenta de que no había ni uno solo.

¡Qué raro!- pensó.

Y nadó más rápido cerca de la orilla para ver si ahí encontraba algo.

¡No he visto ni un pez y ya tengo mucha hambre!¿ qué haré?.

Entonces Cris, agarrándose su pancita de conejo que gruñía y gruñía pensó:

-Yo he visto que los humanos aquí lanzan sus redes y se llevan muchos pescados… ellos tienen mi desayuno y yo lo quiero, creo que tendré que salir por esta vez a buscar mi alimento-.

Y así, al salir del agua, Cris agito sus plumas para secarse un poco y muy sigilosamente llegó al puerto. Cerca de ahí había un mercado, el olor a pescado lo atrapaba.

Pasó entre los puestos de quesos, verduras y carne hasta que, frente a él, un muchacho flaco colocaba sobre la madera peces de todos tamaños.

Cris se relamió los bigotes, pero cuando se disponía a agarran un solo pescado, el más chiquito de todos, el muchacho gritó:

¡ya vieron!

Y todo mundo miró a Cris, que tuvo que devolver el pescado a aquella mesa.

¡Atrápenlo!

¡Deja mi pescado, animal raro!

¡Que se vaya!.

¡Pobre Cris!, nadie le dejó desayunar.

Salió de aquel lugar lo más rápido que pudo y entonces vio a una mujer gorda y bastante fea caminando pesadamente por la calle, llevaba, en una canasta, varios pescados. Cris volvió a relamerse los bigotes.

La señora llegó hasta una pequeña casa, cerca de ahí y cuando Cris se disponía a entrar sin que la señora lo viera ¡plaf!, la puerta se cerró de golpe.

¿Ahora cómo le hago?- pensó el hambriento Cris-

Y mientras tanto, buscó algún lugar por dónde meterse a aquella casa. Miró debajo de las ventanas, junto a la puerta, bajo las escaleras hasta que dio con un pequeño agujero que daba directamente a la cocina.

¡ ya la hice!- exclamó bajito, para que nadie le escuchara.

Ahí estaba, en medio de una cocina muy sucia, el pescado envuelto en un periódico, tal como lo había comprado aquella señora tan fea.

Cris se abalanzó sobre aquel paquete pero hizo tal ruido, que la señora y sus diez hijos corrieron a la cocina a ver qué estaba pasando.

¡Saquen a ese bicho!

¡Apúrate mamá, agarra la escoba!

Y Cris, como no entendía nada de lo que los niños gritaban, se quedó ahí parado en medio de la cocina, con cara de susto.

Entre todos esos gritos, la hija más pequeña, que se llamaba Jessica, dijo:

Oigan, pobrecito, se ve que tiene hambre, ¡déjenlo que coma!

Y a pesar de que casi lo corren a escobazos, la familia le dio a Cris unos cuantos pescados para su desayuno.

Cuando por fin salió de la casa y llegó de nuevo al mar, Cris pensó:

Tengo que buscar más comida porque no me llené.

Jessica Cuenca Alarcón

9 años

miércoles, 11 de marzo de 2009

la calaca vende dulces/Alba Rosado Bello

LA CALACA VENDE DULCES

Una calaca con su sombrero barría su changarro en México, vendía dulces.

Llegó una viejita y la calaca estaba sentada tomándose su café y su chocolate con pan. La viejita le preguntó:

¿qué clase de dulces vendes?

La calaca le dijo que los dulces no eran para las viejitas sino para los niños, porque a la calaca le caían mal los viejos.

Se fue la calaca y dejó a la viejita ahí y ella, al ver la escoba con la que la calaca había estado limpiando exclamó:

¡qué bonita escoba, me la voy a llevar!

Cuando la calaca regresó vio su escoba ya no estaba y corrió a su bola de cristal para saber quién se la había robado, la bola de cristal le mostró a la viejita.

La calaca se rascó la calva pensando cómo podría recuperar su escoba, entonces, llegó un señor vendiendo pócimas y la calaca le compró una que decía con grandes letras negras: VENENO.

Cuando la viejita volvió al changarro de la calaca, esta se portó muy amable con ella y hasta le invitó un café, la viejita lo aceptó con gusto; se tomó el café y decidió irse a su casa, no sin antes comprar algunos dulces.

A medio camino el veneno surtió efecto. La calaca fue corriendo a buscar su escoba.

Llegó la mamá de la viejita y la encontró muerta

Entonces ella fue corriendo a ver a la calaca y cuando cruzó la calle un coche la atropelló.

Y la calaca se murió de risa.

Alba Rosado Bello

12 años

jueves, 5 de febrero de 2009

El misterio de la bota/Claudio Prieto Melchi

EL MISTERIO DE LA BOTA

Una mosca volaba libre por las calles de aquel pueblo. El día, era nublado.

La mosca se posó en una bota que estaba tirada a la mitad de una calle empedrada, ahí una niña barría distraída hasta que miró la bota y le dio curiosidad.

¿de quién será esa bota? – se preguntó.

Y decidió investigar

Las huellas sobre el barro hacían un camino largo, la niña dejó la escoba en el suelo y decidió seguir aquella pista. Subió un puente, bajó otro, atravesó las calles y callejones del pueblo hasta que llegó al último puente, aquel que separaba al pueblo del pantano.

La niña avanzó decidida, se internó en el pantano siguiendo las huellas profundas en el barro, en una rama vio un sombrero… seguro era de aquel hombre misterioso que había perdido su bota.

Siguió avanzando y no se daba cuenta que detrás de ella, una araña seguía su carrera. La araña era buena y trataba de decirle que no siguiera avanzando pues se encontraría con el monstruo… pero como la niña no entendía el lenguaje de las arañas y la araña no hablaba el lenguaje de las niñas, los esfuerzos de aquella patuda amiga no dieron resultado.

La niña siguió internándose en el pantano hasta que distinguió a lo lejos la fachada de una casa enorme llena de raíces. El cielo comenzaba a oscurecerse cada vez más y más, los relámpagos anunciaban la lluvia.

La niña miro hacia arriba, ¡aquella casa era inmensa! Respiró profundo y subió uno a uno los escalones de piedra. Abrió la puerta de metal que rechinó a su paso, adentro todo era penumbra, un relámpago iluminó aquel cuarto y al fondo, al pie de unas escaleras largas la niña descubrió una sola bota…parecida a la que ella llevaba consigo.

La niña entró decidida, buscaría a quien viviera ahí y le entregaría la bota pero entonces de aquella penumbra salió una tortuga enorme que caminó pesadamente hacia ella.

La tortuga, que era muy vieja, sabía hablar el lenguaje de las niñas y le dijo:

-no sigas, no entres aquí. ¿Qué no ves que aquí vive el monstruo? -

¿Quién?- preguntó la niña, pues creía no haber entendido bien.

Que vive el…- antes de que continuara la frase unas fuertes pisadas se escucharon por toda la casa.

-¡pum!¡ ¡ paz! ¡pum!

La niña no lo pensó dos veces y salió corriendo, bajo las escaleras y al pisar el barro se dio cuenta de que las huellas de regreso habían desaparecido con la lluvia.

La niña avanzó sin saber a dónde ir, corrió lo más rápido que pudo hasta que llegó a una pared enorme. ¡era un faro! , la niña había llegado al extremo de la isla donde se encontraba su pueblo.

Encontró una puerta, que se abrió, era un el muchacho que cuidaba el faro. Ella lo miro de arriba abajo, al chico ¡le faltaba una bota igual a la que ella llevaba en la mano!

¡Mi bota!, pensé que no la encontraría nunca.- dijo el muchacho tomando la bota de las manos de la niña.

La niña le explicó que estaba perdida y el chico se ofreció a llevarla hasta el pueblo después de que pasara la lluvia. Cuando el agua dejo de caer atravesaron el puente, caminaron los callejones hasta llegar a la calle empedrada.

La niña suspiró y pasándose una mano por la frente pensó

-¡uf! Pensé que me había perdido-.

sábado, 31 de enero de 2009

El patopez/Diana Karina García Martínez

Nadie creía lo que decía la gente. Pero el pato pez vivía en el río Limón.

Era despistado y bastante tonto… y también un poco malo.

Nadie creía lo que decía la gente Pero un día un señor fue al río y se encontró al pato pez… de la impresión se desmayó. De regreso al pueblo le contó a toda la gente. Y todos fueron a matar a ese extraño animal al río.

Desde entonces el fantasma del pato pez ronda por ahí

Y se ha querido vengar de la gente del pueblo, la quiere matar, pero es tan tonto que confunde a las personas con los troncos de los árboles y cuando quiere clavarles su filoso pico se atora en la madera. Un día llegó un padre y bendijo el río. El fantasma del pato pez no volvió a aparecerse por allá.

Diana Karina García Martínez

El sueño/ Maricela Cardel Galicia


La niña durmió.

Y soñó que que despertaba sobre una piedra. El rumor del río llenaba el ambiente

La niña caminó en la orilla, sentía la piedrecilla entre los dedos, el agua fresca corría. Miró hacia el frente, hacia el nacimiento de aquel río y entonces lo vio: un perrito bebiendo el agua, brincando entre las hojas y las piedras.

Se hicieron amigos.

La niña siguió caminando, el aire fresco de aquel bosque pegaba en su rostro.

El camino de piedrecillas la llevaba del río a un lugar donde había dos caminos.

Ella los miró preocupada, debía decidir.

La tarde avanzaba lenta, los pájaros en aquellos árboles ya discutía su espacio para la noche

Respiró profundo, al mirar los caminos se dio cuenta de que el primero le parecía menos oscuro, alzo los hombros y avanzó.

Las hojas crujían debajo de su pisada, el viento entre las ramas alborotaba su cabello y silbaba. El olor a tierra húmeda inundó su nariz, delgadas gotas comenzaron a caer sobre aquel camino donde descansaban aquellos frondosos árboles de enormes raíces.

Ella miró hacia arriba

Y sobre las copas de los árboles pasaban algunas sombras, sintió miedo y caminó más de prisa.

La vereda la llevó a una casita de madera, dentro, la luz de una vela iluminaba la cada vez más creciente oscuridad. Llegó hasta la casa y miró por la ventana.

En una mesa de madera al centro de la habitación, un anciano pronunciaba unos pases mágicos frente a una esfera de cristal.

Niña, te he visto, pasa, está oscureciendo- dijo aquel anciano mientras la miraba y señalaba la puerta.

Abrió la puerta y avanzó pausadamente.

Ayúdeme, me he perdido, no sé por dónde ir- dijo la niña-.

Deberás confiar en tu intuición, debes seguir caminando sobre esta vereda. Solo esto puedo hacer por ti ¡ah! Y darte esto- dijo el anciano, al tiempo que sacaba de entre sus ropas un pequeño dado de madera.

¿Y esto para qué me servirá?

Deberás tirarlo cuando creas que es necesario, la suerte decidirá.

Está bien- respondió más confiada- pero antes de seguir mi camino deme agua, ¡me muero de sed!

El anciano preparó, sin que la niña lo supiera, una pócima… que la niña bebió a toda prisa pensando que era agua.

Me siento algo mareada, ¿qué me ha dado? - Preguntó desconfiada la niña, al tiempo que unas manchas violetas aparecían en todo su cuerpo-.

¿Por qué me ha hecho esto? Preguntó afligida

Por diversión, no te preocupes, desaparecerán en unos días- fue la respuesta de aquel brujo

Usted debía ayudarme, ¡no complicar más las cosas!

Deberías estar agradecida, te he regalado un amuleto… de algo te servirá, cuando sea necesario lo has de tirar, si sale el numero 5 tendrás que regresar sobre tus pasos… si no, podrás continuar, así es que mientras tanto… ¡sigue tu camino!

La niña avanzó y sobre aquel bosque escuchó el canto de los grillos, señal de buena suerte, como ha escuchado decir a su abuelo.

El viento frío sopla sobre su rostro, ella se sintió triste porque estaba perdida y se puso a llorar, abrazó a su perro y entonces se dio cuenta de que él tenía un collar y una placa… ¡con la figura de un dado mostrando el número cinco!

¡Eso es!-Le dijo la niña emocionada- tu me ayudarás a encontrar mi camino de regreso.

Al desandar su camino, la niña regresó a la casa de aquel brujo, al que le pidió un poco de pan y fruta.

El perro guió sus pasos y pronto la niña llegó a la casa de su abuelito

No sabes cuántas cosas me han pasado…llévame pa’ mi casa – le pidió la niña cuando lo abraza para saludarlo.

Y así, la niña escuchó a lo lejos la campana de un reloj ¡era su despertador!

¡Ándale m’ija, ya levántate que se te va a hacer tarde para ir a la escuela!- gritó su mamá desde la cocina

La niña se estiró en la cama ¡todo había sido un sueño! ¡No podía esperar para contarle a todas sus amigas de la escuela aquella increíble historia.

Maricela Cardel Galicia

14 años