La niña durmió.
Y soñó que que despertaba sobre una piedra. El rumor del río llenaba el ambiente
La niña caminó en la orilla, sentía la piedrecilla entre los dedos, el agua fresca corría. Miró hacia el frente, hacia el nacimiento de aquel río y entonces lo vio: un perrito bebiendo el agua, brincando entre las hojas y las piedras.
Se hicieron amigos.
La niña siguió caminando, el aire fresco de aquel bosque pegaba en su rostro.
El camino de piedrecillas la llevaba del río a un lugar donde había dos caminos.
Ella los miró preocupada, debía decidir.
La tarde avanzaba lenta, los pájaros en aquellos árboles ya discutía su espacio para la noche
Respiró profundo, al mirar los caminos se dio cuenta de que el primero le parecía menos oscuro, alzo los hombros y avanzó.
Las hojas crujían debajo de su pisada, el viento entre las ramas alborotaba su cabello y silbaba. El olor a tierra húmeda inundó su nariz, delgadas gotas comenzaron a caer sobre aquel camino donde descansaban aquellos frondosos árboles de enormes raíces.
Ella miró hacia arriba
Y sobre las copas de los árboles pasaban algunas sombras, sintió miedo y caminó más de prisa.
La vereda la llevó a una casita de madera, dentro, la luz de una vela iluminaba la cada vez más creciente oscuridad. Llegó hasta la casa y miró por la ventana.
En una mesa de madera al centro de la habitación, un anciano pronunciaba unos pases mágicos frente a una esfera de cristal.
Niña, te he visto, pasa, está oscureciendo- dijo aquel anciano mientras la miraba y señalaba la puerta.
Abrió la puerta y avanzó pausadamente.
Ayúdeme, me he perdido, no sé por dónde ir- dijo la niña-.
Deberás confiar en tu intuición, debes seguir caminando sobre esta vereda. Solo esto puedo hacer por ti ¡ah! Y darte esto- dijo el anciano, al tiempo que sacaba de entre sus ropas un pequeño dado de madera.
¿Y esto para qué me servirá?
Deberás tirarlo cuando creas que es necesario, la suerte decidirá.
Está bien- respondió más confiada- pero antes de seguir mi camino deme agua, ¡me muero de sed!
El anciano preparó, sin que la niña lo supiera, una pócima… que la niña bebió a toda prisa pensando que era agua.
Me siento algo mareada, ¿qué me ha dado? - Preguntó desconfiada la niña, al tiempo que unas manchas violetas aparecían en todo su cuerpo-.
¿Por qué me ha hecho esto? Preguntó afligida
Por diversión, no te preocupes, desaparecerán en unos días- fue la respuesta de aquel brujo
Usted debía ayudarme, ¡no complicar más las cosas!
Deberías estar agradecida, te he regalado un amuleto… de algo te servirá, cuando sea necesario lo has de tirar, si sale el numero 5 tendrás que regresar sobre tus pasos… si no, podrás continuar, así es que mientras tanto… ¡sigue tu camino!
La niña avanzó y sobre aquel bosque escuchó el canto de los grillos, señal de buena suerte, como ha escuchado decir a su abuelo.
El viento frío sopla sobre su rostro, ella se sintió triste porque estaba perdida y se puso a llorar, abrazó a su perro y entonces se dio cuenta de que él tenía un collar y una placa… ¡con la figura de un dado mostrando el número cinco!
¡Eso es!-Le dijo la niña emocionada- tu me ayudarás a encontrar mi camino de regreso.
Al desandar su camino, la niña regresó a la casa de aquel brujo, al que le pidió un poco de pan y fruta.
El perro guió sus pasos y pronto la niña llegó a la casa de su abuelito
No sabes cuántas cosas me han pasado…llévame pa’ mi casa – le pidió la niña cuando lo abraza para saludarlo.
Y así, la niña escuchó a lo lejos la campana de un reloj ¡era su despertador!
¡Ándale m’ija, ya levántate que se te va a hacer tarde para ir a la escuela!- gritó su mamá desde la cocina
La niña se estiró en la cama ¡todo había sido un sueño! ¡No podía esperar para contarle a todas sus amigas de la escuela aquella increíble historia.
Maricela Cardel Galicia
14 años