EL MISTERIO DE LA BOTA
Una mosca volaba libre por las calles de aquel pueblo. El día, era nublado.
La mosca se posó en una bota que estaba tirada a la mitad de una calle empedrada, ahí una niña barría distraída hasta que miró la bota y le dio curiosidad.
¿de quién será esa bota? – se preguntó.
Y decidió investigar
Las huellas sobre el barro hacían un camino largo, la niña dejó la escoba en el suelo y decidió seguir aquella pista. Subió un puente, bajó otro, atravesó las calles y callejones del pueblo hasta que llegó al último puente, aquel que separaba al pueblo del pantano.
La niña avanzó decidida, se internó en el pantano siguiendo las huellas profundas en el barro, en una rama vio un sombrero… seguro era de aquel hombre misterioso que había perdido su bota.
Siguió avanzando y no se daba cuenta que detrás de ella, una araña seguía su carrera. La araña era buena y trataba de decirle que no siguiera avanzando pues se encontraría con el monstruo… pero como la niña no entendía el lenguaje de las arañas y la araña no hablaba el lenguaje de las niñas, los esfuerzos de aquella patuda amiga no dieron resultado.
La niña siguió internándose en el pantano hasta que distinguió a lo lejos la fachada de una casa enorme llena de raíces. El cielo comenzaba a oscurecerse cada vez más y más, los relámpagos anunciaban la lluvia.
La niña miro hacia arriba, ¡aquella casa era inmensa! Respiró profundo y subió uno a uno los escalones de piedra. Abrió la puerta de metal que rechinó a su paso, adentro todo era penumbra, un relámpago iluminó aquel cuarto y al fondo, al pie de unas escaleras largas la niña descubrió una sola bota…parecida a la que ella llevaba consigo.
La niña entró decidida, buscaría a quien viviera ahí y le entregaría la bota pero entonces de aquella penumbra salió una tortuga enorme que caminó pesadamente hacia ella.
La tortuga, que era muy vieja, sabía hablar el lenguaje de las niñas y le dijo:
-no sigas, no entres aquí. ¿Qué no ves que aquí vive el monstruo? -
¿Quién?- preguntó la niña, pues creía no haber entendido bien.
Que vive el…- antes de que continuara la frase unas fuertes pisadas se escucharon por toda la casa.
-¡pum!¡ ¡ paz! ¡pum!
La niña no lo pensó dos veces y salió corriendo, bajo las escaleras y al pisar el barro se dio cuenta de que las huellas de regreso habían desaparecido con la lluvia.
La niña avanzó sin saber a dónde ir, corrió lo más rápido que pudo hasta que llegó a una pared enorme. ¡era un faro! , la niña había llegado al extremo de la isla donde se encontraba su pueblo.
Encontró una puerta, que se abrió, era un el muchacho que cuidaba el faro. Ella lo miro de arriba abajo, al chico ¡le faltaba una bota igual a la que ella llevaba en la mano!
¡Mi bota!, pensé que no la encontraría nunca.- dijo el muchacho tomando la bota de las manos de la niña.
La niña le explicó que estaba perdida y el chico se ofreció a llevarla hasta el pueblo después de que pasara la lluvia. Cuando el agua dejo de caer atravesaron el puente, caminaron los callejones hasta llegar a la calle empedrada.
La niña suspiró y pasándose una mano por la frente pensó
-¡uf! Pensé que me había perdido-.